Ven pronto, amada
Te haces de rogar. Tanto te necesito
que no sé si pudiera acabar siquiera
este poema necesitado de lágrimas.
¿A dónde fuiste?
Huiste por la ventana. Dejándome
vacío, sin fuerzas para continuar.
¿A dónde fuiste?
Saliste sin avisar. Pobre de mí,
que, al cabo, sentí tu ausencia;
vi que no estabas en la infinitud
de esta noche en demasía oscura.
Vi, y suplique, y suplico
tu presencia en mis ojos.
Me niego a escribir sin ti
inmerso en la oscuridad.
¿De qué sirven, no ves
estas letras dolientes
en mi soledad sin ti
sin tus lágrimas
benditas?
¿No ves el árbol triste
en que me he convertido,
olvidado de los pájaros,
que rehúsan dormir
en mi copa vacía?
Quiero cantar y no puedo,
también te llevaste mi voz.
¿Dónde ocultas mi voz?
Comprendo, a mi amargo pesar,
que mi condición es el suplicio;
aun así, rompo una lanza por mí:
en las peores batallas, estuve a tu lado.
Llevando flores, de niño, subí montañas
muy escarpadas, terriblemente peligrosas;
una tarde casi me pierdo dando vueltas
en círculo sin hallar el camino de regreso.
Porque te necesito más que al papel donde muero
escribiendo con tal de que vengas pronto a verme.
Combatimos juntos, con lágrimas, la ponzoña
de serpientes,
que por ser asquerosas se arrastraban por la urbe,
en estos tiempos ausentes, donde nadie encuentra
cobijo, y una mano amiga,
donde la infancia ha claudicado y no juega limpio
con tanta mierda.
Combatimos juntos.
Abrazamos la desdicha, dándolo todo por todos.
Templamos el calor humano a cambio de nada.
Lo dimos todo. Combatimos. Quiero darlo todo.
Te necesito.
¿Por qué te pierdes de vista, por qué vuelas alto
y me abismas en tal desconcierto, que no me sé,
si voy o si vengo?
¿No ves cuán presto me apago sin ti?
Me embriaga la desazón
de no encontrarte;
la incertidumbre
de no saber
adónde fuiste. (ladrona de mi corazón).
Me enloquece la sinrazón si no vuelves
a combatir conmigo las causas justas.
Eres el motivo de mi existencia.
Puedo decirte: María. Sí, María,
regresa conmigo, templa mi corazón
inúndame de lágrimas caudalosas.
De no ser así, llévame pronto.
No sé si soporto la oscuridad
del silencio, de tu ausencia;
la zozobra, la sequedad
que tanto me agota
si no vienes pronto,
dulcísima amada.