Ven pronto, amada

07.06.2024

Te haces de rogar. Tanto te necesito

que no sé si pudiera acabar siquiera

este poema necesitado de lágrimas.

¿A dónde fuiste?

Huiste por la ventana. Dejándome

vacío, sin fuerzas para continuar.

¿A dónde fuiste?

Saliste sin avisar. Pobre de mí,

que, al cabo, sentí tu ausencia;

vi que no estabas en la infinitud

de esta noche en demasía oscura.

Vi, y suplique, y suplico

tu presencia en mis ojos.

Me niego a escribir sin ti

inmerso en la oscuridad.

¿De qué sirven, no ves

estas letras dolientes

en mi soledad sin ti

sin tus lágrimas

benditas?

¿No ves el árbol triste

en que me he convertido,

olvidado de los pájaros,

que rehúsan dormir

en mi copa vacía?

Quiero cantar y no puedo,

también te llevaste mi voz.

¿Dónde ocultas mi voz?

Comprendo, a mi amargo pesar,

que mi condición es el suplicio;

aun así, rompo una lanza por mí:

en las peores batallas, estuve a tu lado.

Llevando flores, de niño, subí montañas

muy escarpadas, terriblemente peligrosas;

una tarde casi me pierdo dando vueltas

en círculo sin hallar el camino de regreso.

Porque te necesito más que al papel donde muero

escribiendo con tal de que vengas pronto a verme.

Combatimos juntos, con lágrimas, la ponzoña

de serpientes,

que por ser asquerosas se arrastraban por la urbe,

en estos tiempos ausentes, donde nadie encuentra

cobijo, y una mano amiga,

donde la infancia ha claudicado y no juega limpio

con tanta mierda.

Combatimos juntos.

Abrazamos la desdicha, dándolo todo por todos.

Templamos el calor humano a cambio de nada.

Lo dimos todo. Combatimos. Quiero darlo todo.

Te necesito.

¿Por qué te pierdes de vista, por qué vuelas alto

y me abismas en tal desconcierto, que no me sé,

si voy o si vengo?

¿No ves cuán presto me apago sin ti?

Me embriaga la desazón

de no encontrarte;

la incertidumbre

de no saber

adónde fuiste. (ladrona de mi corazón).

Me enloquece la sinrazón si no vuelves

a combatir conmigo las causas justas.

Eres el motivo de mi existencia.

Puedo decirte: María. Sí, María,

regresa conmigo, templa mi corazón

inúndame de lágrimas caudalosas.

De no ser así, llévame pronto.

No sé si soporto la oscuridad

del silencio, de tu ausencia;

la zozobra, la sequedad

que tanto me agota

si no vienes pronto,

dulcísima amada.

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