Un drama
- ¡No cabe la lechuga por la puerta!
Había olvidado en casa el sonotone. No escuchaba los gritos que alertaban de aquel tremendo absurdo. Seguía empujando, los goterones de sudor caían con el agravante -bien considerado, un drama- de que habían congelado la lechuga y, a chorros, comenzaba a derretirse sobre la camisa, que llevaba puesta aquel murciélago sordo. Una camisa de lunares tontos y vacíos.
- ¡No cabe la lechuga por la puerta! -gritó con más fuerza el tío del paki.
Hasta la última bocacalle llegaba el olor del fluido viscoso cayendo de la lechuga, por los lunares de la camisa.
Él, erre que erre. Empujando y empujando la lechuga.
- ¡No cabe la lechuga! ¡¿No ves que no cabe?! -ya gritaban también los vecinos.
Un adolescente, más bobo que los pájaros, más
aún que los lunares de la camisa, asomándose al balcón, realmente asustado,
llamaba al 112.