No soy terrícola
No soy la absolución, ojeando el poema.
Hundo los párpados, no miento, certifico
la partida de nacimiento
en una humilde vasija
de sudor labrada.
Alcanza mi voz de sémola el vórtice ojalado;
calibra el llanto de la cebada en el horizonte.
Es inútil sollozar, no tengo vida propia.
Quien habla está oficialmente muerto.
Pero, no me preocupa, otra muerte
en la línea del tiempo, otro punto,
-que no soy yo-
la figura soñada, el árbol, la visión,
el límite; la forma pensada bebiendo
el cuerpo de luz enterrado en la lluvia
incesante de caracolas.
No amo el contorno, me aterra pensar en la eternidad sin besos.
Tengo puesta la piel del hombre común, aunque, de mí mismo
bebo y lanzo la red y aso el pescado
en la hoguera de los sentidos. Ven al hombre común,
pero, no soy terrícola.