Lunas de leche tibia
La poesía hoy maldice
tu nombre entre sábanas
blancas, donde las palomas
sin porvenir, de alas caídas,
en adulterio elevan un canto
abominable, triste en la esbelta
redondez del ocaso tañendo lunas,
mientras, tú dices - No te detengas.
Maldigo la carne longeva,
tras las cortinas, disimulo
la algarabía de tus pechos
preñando de risas el paseo
-cuando acariciaba tu mano
y la mirada simplona iba
y venía por tus encantos
( lubricada por el aceite acuoso
del olivo virginal de los astros ).
Por mal decir tu nombre,
las líneas de la melancolía
depositan en mí la tristeza
-busco en un vagón de cola
el plazo venciendo al alba,
tras la inmensa luz del día,
como los dientes del ratón
manchando espejos invertidos,
en la plenitud del desconcierto,
adolescente, sin vuelta atrás.
Balbuceando la fugacidad,
en esta estación de grillos,
muerdo paciente tus pechos.
Tú dices -Muerde el porvenir.
Mi garganta es de terciopelo,
blanco y aterido, cual molusco
al fin de los tiempos vencido.
Aquí entrego mis armas
al deseo del quebranto,
a la rotura del atardecer
voluptuoso de leche tibia
cavando infinitud de mares.
Contemplo la juventud
-la que nunca regresará-
un pálpito de lunas de leche
como bolas de nieve pura.
Estrujo ansioso el porvenir
de la muñeca que peinabas
pensando en tu príncipe.
Poesía, deja aquí el ansia virgen,
no maldigas la alegría del ocaso
mordiendo la lengua adolescente,
mientras, el paseo de espaldas al reloj
enmudece en un escote de proverbios
y cantares,
donde me rindo
y, dulcemente,
digo poesía,
queriendo decir: no me abandones
otra noche más sin tus alegres lunas
sobre el cielo brincando, muy felices.