El cuervo y el escarabajo
Contaba
siete años en mi corazón, una noche de verano, cuando vi a mi padre desnudo en
el balcón dándome la espalda. Y sobre su cabeza, el cuervo decía mi nombre por
un delgado hilo de voz apenas audible.
Mis piernas eran rocas en arenas movedizas. Al girar mi padre la cabeza, el cuervo vino hacia mí chocando con la ventana.
En el terrado, mi madre con los brazos extendidos caminaba lentamente por el bordillo de la azotea. Mis piernas seguían siendo rocas en arenas movedizas.
El cuervo sobre el tendedero decía mi nombre por un delgado hilo de voz, apenas audible, que iba enredándose a mis muñecas.
Mi madre perdió el equilibrio y el cuervo, otra vez, vino hacia mí. De madrugada caía una sombra siguiendo el rastro de alas negras.
Tengo cuarenta de fiebre y regresan las visiones. Y puedo contarlas porque mis padres ya no viven en este mundo.
Queda
el cuervo en la cabecera de mi cama y lleva un escarabajo verde en el pico.