Contemplación
I
Pobre de espíritu,
vestido de gloria.
En tu humilde morada
la brevedad del silencio
ensancha horizontes.
Del todo desprendido
sales a la intemperie,
abriéndote paso.
II
Todo está oscuro
cuando crecen retoños
y caen centellas; no ignoras
que siempre amanece.
Solo anhelas partir;
reanudas la marcha,
siguiendo al espíritu
rebosante de júbilo.
III
Aun si se desprenden las retinas
por una tormenta de alfileres rotos,
queda grabado en tu memoria
el fulgor de la soledad;
contemplas, entonces,
el cuerpo transparente del deseo.
Incluso alcanzan tus manos
esa blusa estampada de cráteres
cuando la noche abandona el firmamento
y comienza otro día.
IV
Recorres la oscuridad;
sorprendido, descubres
que no hay distancia.
Cargada de estrellas
la noche atraviesa tu frente
y descansa en el corazón.