El principito, el cura rojo y la biblioteca municipal

01.08.2024

Me hundí en el verano tórrido. Mi propia irradiación extrasensorial consiguió la envoltura suficiente para otro cuerpo físico. Permaneciendo inmóvil en el balcón, mordisqueaba el bocadillo de nocilla y, en ardiente lontananza corría por el solar sin construir, atizando abrojos. Una tarde de puesta fatigosa, tumbado en la hamaca, persiguiendo una liebre, conocí al Principito. Desde entonces me acompañó. Jugando aprendimos que puede haber fracciones sensorias, pero aun así han de permanecer unidas las letras. Decidimos construir una biblioteca. Hablamos con el "cura rojo", que en bilocación venía al solar. No terminaba de entender qué relación tenía el sombrero de Saint-Exupéry con las sombras, que teletransportaban su cuerpo. Igualmente, era un hombre muy entregado a la justicia, con buena disposición a colaborar. Acordamos que llevaría su nombre la biblioteca. Nunca dijimos nada sobre nuestra condición, más que sacerdotal, a Joan García Nieto.


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